Análisis | El presidente López Obrador presenta –además de varios infartos– un complejo cuadro de padecimientos de hipotiroidismo, hipertensión y gota, entre otras cosas. | Por Raúl Contreras Bustamante
La norma suprema de 1824 previó que, en caso de imposibilidad física o moral del mandatario, todas las facultades y prerrogativas de éste recaerían en un vicepresidente. Antonio López de Santa Anna –amparado en ello– subió y bajó 11 veces a la Presidencia.
Muchas personas desde la academia se preguntan: ¿por qué si el siglo XIX estuvo caracterizado por la hegemonía política de tres hombres fuertes, como fueron Santa Anna, Juárez y Díaz, el Congreso Constituyente de Querétaro no se inclinó hacia la creación de un sistema de corte parlamentario?. El tema relativo a la salud del titular del Ejecutivo tiene variantes. La Constitución establece que puede solicitar licencia para separarse del cargo hasta 60 días naturales, cosa que nunca ha acontecido.
Al presente periodo gubernamental le restan casi dos años del mandato –que se presiente serán de un trabajo intenso y fuerte desgaste físico y emocional–, por lo que el tema resulta de gran interés público. Pero seguirá siendo responsabilidad del Congreso General –es decir, las Cámaras de Diputados y Senadores reunidas en sesión de Colegio Electoral– elegir a quien deberá fungir como interino, si la falta se sucede dentro de los dos primeros años del sexenio; o en su caso, a un presidente sustituto, si la ausencia ocurriese en los cuatro últimos años del periodo respectivo.